La tarde está soleada y llena de
pilpintos.
Los pilpintos son mariposas blancas que
arrastra el viento en los meses de calor.
Belén va con sus papás por el camino del
monte. Los acompañan dos perros grandes, Lumpi y Reina.
Cuando llegan a los corrales vacíos, los
papás meten dentro a Belén y le dicen que los espere porque ellos deben ir a
buscar a las vacas que andan sueltas.
Todas las tardes, los papás la dejan sola
durante un rato.
Como cualquier papá, los papás de Belén
saben muchas cosas. Saben, por ejemplo, que los dos perros la cuidan y que
además las nenas chiquitas no se salen de los corrales de piedra.
Pero también hay muchas cosas que no
saben. No saben, por ejemplo, que Belén ha crecido en los últimos días y que
trepa mejor que la semana pasada.
Con el dedo en la boca la nena ve cómo
sus padres suben por la senda y desaparecen en una curva.
Espera un rato, escala las piedras del
cerco y pasa al otro lado.
Los perros la contemplan preocupados.
Nunca hasta ahora había sucedido que la nena se escapara del corral.
Belén se sienta al pie de un ceibo y
Lumpi y Reina se echan junto a ella.
Belén tiene dos años y es bastante
redonda; cuando quiere alcanzar a Reina para tirarle del pelo, rueda y cae boca
arriba sobre el pasto. La perra estira el cogote hasta ella y le pasa la lengua
por la cara. La lengua de Reina es enorme.
Las flores del ceibo llueven sobre el
campo. Belén recoge una y la mira. Es roja, con forma de pájaro. Lumpi se
levanta y viene a olfatearla. Quiere asegurarse de que la nena no juegue con
nada peligroso.
Belén le arroja la flor por la cabeza, le
agarra el cuero del lomo y lo sacude. Lumpi da un grito de dolor, pero
permanece quieto, para que la nena no se caiga. Belén se cansa de sacudirlo y
lo suelta.
Una ráfaga de pilpintos pasa delante de
sus ojos y la nena la persigue, pero las mariposas se elevan titilando sobre
los árboles.
Belén muestra a Lumpi los pilpintos que
se le escapan. El perro bosteza
y vuelve a echarse.
Belén recoge una hoja y trata de meterla
en la boca de Lumpi. El perro no quiere y aprieta los dientes. La nena le
retuerce los labios hasta que el perro afloja y ella logra meterle la hoja
y algunos pastitos.
Lumpi escupe y estornuda y sacude su gran
cabeza. Belén ríe y se sacude como Lumpi.
Reina los mira pacientemente.
Pero Belén ha descubierto algo más
interesante a pocos pasos de allí.
Con la lengua afuera, Lumpi observa que
la nena se dirige a un árbol viejo
y seco que tiene un agujero. Del agujero
sale un zumbido fuerte y miles de puntos negros vuelan alrededor, como si el
aire estuviera hirviendo. El perro mira a su compañera y le avisa que esta vez
le toca a ella cuidar a Belén.
Reina se pone de pie y corre a colocarse
entre la nena y el árbol. Sabe que los puntos que agitan el aire son abejas
y que a las abejas no les gusta que nadie
se meta en su colmena.
Como Reina no la deja avanzar, Belén se
agacha. Pasa por entre las patas de la perra y sigue su camino hacia las
abejas. La perra la rodea y vuelve a cortarle el paso.
Las abejas ya han notado que alguien se
acerca y se están poniendo nerviosas. Dos de ellas vienen a investigar.
Empiezan a revolotear alrededor de Reina y de Belén. A la nena le divierten
mucho y las quiere atrapar.
Vienen cinco o seis abejas más. Se quedan
en el aire, arriba de Belén y de Reina.
Las están vigilando.
Belén pasa otra vez por debajo de Reina y
corre al agujero del árbol.
Lumpi piensa que Reina necesita ayuda.
Se levanta y va hacia la nena. Abre la
boca y con los dientes le engancha los tiradores del enterito y la alza en el
aire.
Belén está colgando de la boca de Lumpi.
Pero las abejas se han cansado de los
visitantes. Dos pican a Reina en el hocico. Tres pican a Lumpi en la cola.
Reina escapa aullando por un barranco.
Lumpi no puede aullar porque está
sujetando a la nena. No puede salir corriendo porque Belén podría golpearse.
Así que Lumpi se aguanta el dolor. Dos lágrimas le asoman a los ojos, pero
tampoco puede llorar tranquilo, porque a otra de las abejas se le ha ocurrido
lanzarse como una piedra de honda hacia la nena. Apenas tiene tiempo para girar
sobre sí mismo y hacer que la abeja lo pique a él. Otra vez en la cola.
Lumpi suspira. Con tranquilidad, como un
caballero, se aleja de la colmena, trotando, hasta que encuentra un lugar
seguro. Apoya a Belén sobre el pasto.
Se mira la cola hinchada y ahora sí,
aúlla con todas sus fuerzas y se revuelca en unos charcos de agua estancada que
le calman el ardor de los pinchazos.
Reina aparece entre unos yuyos.
Tiene el hocico deformado, pero igual le
da unos lengüetazos a su compañero para consolarlo. Se quedan allí los dos
lamiéndose hasta que se olvidan de las abejas.
Pero Belén no está cansada y corre
rebotando atrás de otra nube de pilpintos.
De pronto la nena se detiene.
Algo ha llamado su atención. Es un animal
largo y flaco que se desliza en el pasto. Un animal brillante, de movimientos
lentos y hermosos, que dan ganas de tocar.
Cuando ve que la nena se acerca, el
animal levanta su cola y la hace cantar como un sonajero.
Lumpi y Reina escuchan el ruido, se miran
y se lanzan hacia allá. Conocen al animal: es una víbora de cascabel.
Han visto morir a muchos perros por su
veneno.
Lumpi empuja a Belén y la hace caer
sentada. Reina enfrenta a la serpiente mostrándole los dientes. La cascabel se
estira como un látigo hacia Reina. La perra logra escapar echándose para atrás
y la víbora cierra su boca en el aire.
Lumpi engancha a Belén por los tiradores
y la lleva colgando a otra parte.
Reina se reúne con su compañero. La
víbora sigue viaje hacia los cerros. Belén cuelga de la boca de Lumpi.
Reina se aproxima para que la nena le
agarre las orejas.
Parece difícil encontrar un lugar
tranquilo.
Llegan a un arroyito fresco y limpio.
Lumpi deja a Belén.
Todos tienen sed. Los tres beben en
cuatro patas hundiendo la boca en el
arroyo. Tragan el agua haciendo ruido. De
vez en cuando se detienen y observan
a sus costados. Después siguen bebiendo.
Pero Belén pierde el equilibrio y cae de
cabeza al arroyo. En seguida se levanta y se pone a llorar. La luz se mete
dentro de las gotas de agua que han quedado en sus pestañas y el reflejo no la
deja ver bien.
Se sienta entre las piedras y estira los
brazos para que la saquen de allí.
Lumpi se mete al agua. Espera a que la
nena se trepe sobre su lomo y sale.
Empieza a soplar el viento. Las
enredaderas y las hojas de los árboles se hamacan en el aire.
Belén cabalga sobre Lumpi, que lentamente
camina hacia los corrales porque está anocheciendo.
Reina los sigue un poco más atrás.
Barranca abajo, se siente el olor de un
chancho del monte. Un olor grasiento y riquísimo que hace fruncir los hocicos
de Lumpi y de Reina. Los perros piensan que sería divertido ir a perseguir al
chancho del monte. Pero hay que cuidar a la nena. Pronto llegarán el hombre y
la mujer a recogerlos para volver a casa.
Ahora Belén está cansada y tiene hambre.
Llama a su mamá, pero su mamá se halla monte adentro, buscando a las vacas.
Por suerte, Reina ha tenido cachorros
hace poco y todavía le queda leche.
Belén se acomoda entre las patas de la
perra y empieza a tomar. No es la primera vez que lo hace. Sin querer le muerde
la teta a Reina. Reina aúlla, pero permanece echada hasta que la nena se
duerme.
Entonces ella también se duerme.
Lumpi las mira. Por fin todo está
tranquilo.
A un costado, entre los árboles, el perro
escucha un rumor como el que hacen las llamas de una fogata. Son los aleteos de
unas palomas acomodándose en las ramas para descansar.
Escucha algo más. Son ruidos grandes, de
vacas que atropellan plantas. Atrás vienen dos ruidos más chicos; son los
padres de la nena. Están muy lejos todavía.
Una persona no podría escucharlos, pero él sí porque es un perro. Lumpi
está por pegar un ladrido de alegría,
pero se aguanta porque podría despertar a Reina y a Belén. Se echa en el piso,
con las orejas atentas, a esperar que sus dueños lleguen.
FIN
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