Buscador de Articulos

Libros Gratis

Mostrando entradas con la etiqueta COSAS QUE LOS PAPÁS NO SABEN Jorge Accame. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta COSAS QUE LOS PAPÁS NO SABEN Jorge Accame. Mostrar todas las entradas

viernes, 16 de febrero de 2024

COSAS QUE LOS PAPÁS NO SABEN .- Jorge Accame

 


La tarde está soleada y llena de pilpintos.

Los pilpintos son mariposas blancas que arrastra el viento en los meses de calor.

Belén va con sus papás por el camino del monte. Los acompañan dos perros grandes, Lumpi y Reina.

Cuando llegan a los corrales vacíos, los papás meten dentro a Belén y le dicen que los espere porque ellos deben ir a buscar a las vacas que andan sueltas.

Todas las tardes, los papás la dejan sola durante un rato.

Como cualquier papá, los papás de Belén saben muchas cosas. Saben, por ejemplo, que los dos perros la cuidan y que además las nenas chiquitas no se salen de los corrales de piedra.

Pero también hay muchas cosas que no saben. No saben, por ejemplo, que Belén ha crecido en los últimos días y que trepa mejor que la semana pasada.

Con el dedo en la boca la nena ve cómo sus padres suben por la senda y desaparecen en una curva.

Espera un rato, escala las piedras del cerco y pasa al otro lado.

Los perros la contemplan preocupados. Nunca hasta ahora había sucedido que la nena se escapara del corral.

Belén se sienta al pie de un ceibo y Lumpi y Reina se echan junto a ella.

Belén tiene dos años y es bastante redonda; cuando quiere alcanzar a Reina para tirarle del pelo, rueda y cae boca arriba sobre el pasto. La perra estira el cogote hasta ella y le pasa la lengua por la cara. La lengua de Reina es enorme.

Las flores del ceibo llueven sobre el campo. Belén recoge una y la mira. Es roja, con forma de pájaro. Lumpi se levanta y viene a olfatearla. Quiere asegurarse de que la nena no juegue con nada peligroso.

Belén le arroja la flor por la cabeza, le agarra el cuero del lomo y lo sacude. Lumpi da un grito de dolor, pero permanece quieto, para que la nena no se caiga. Belén se cansa de sacudirlo y lo suelta.

Una ráfaga de pilpintos pasa delante de sus ojos y la nena la persigue, pero las mariposas se elevan titilando sobre los árboles.

Belén muestra a Lumpi los pilpintos que se le escapan. El perro bosteza

y vuelve a echarse.

Belén recoge una hoja y trata de meterla en la boca de Lumpi. El perro no quiere y aprieta los dientes. La nena le retuerce los labios hasta que el perro afloja y ella logra meterle la hoja

y algunos pastitos.

Lumpi escupe y estornuda y sacude su gran cabeza. Belén ríe y se sacude como Lumpi.

Reina los mira pacientemente.

Pero Belén ha descubierto algo más interesante a pocos pasos de allí.

Con la lengua afuera, Lumpi observa que la nena se dirige a un árbol viejo

y seco que tiene un agujero. Del agujero sale un zumbido fuerte y miles de puntos negros vuelan alrededor, como si el aire estuviera hirviendo. El perro mira a su compañera y le avisa que esta vez le toca a ella cuidar a Belén.

Reina se pone de pie y corre a colocarse entre la nena y el árbol. Sabe que los puntos que agitan el aire son abejas

y que a las abejas no les gusta que nadie se meta en su colmena.

Como Reina no la deja avanzar, Belén se agacha. Pasa por entre las patas de la perra y sigue su camino hacia las abejas. La perra la rodea y vuelve a cortarle el paso.

Las abejas ya han notado que alguien se acerca y se están poniendo nerviosas. Dos de ellas vienen a investigar. Empiezan a revolotear alrededor de Reina y de Belén. A la nena le divierten mucho y las quiere atrapar.

Vienen cinco o seis abejas más. Se quedan en el aire, arriba de Belén y de Reina.

Las están vigilando.

Belén pasa otra vez por debajo de Reina y corre al agujero del árbol.

Lumpi piensa que Reina necesita ayuda.

Se levanta y va hacia la nena. Abre la boca y con los dientes le engancha los tiradores del enterito y la alza en el aire.

Belén está colgando de la boca de Lumpi.

Pero las abejas se han cansado de los visitantes. Dos pican a Reina en el hocico. Tres pican a Lumpi en la cola. Reina escapa aullando por un barranco.

Lumpi no puede aullar porque está sujetando a la nena. No puede salir corriendo porque Belén podría golpearse. Así que Lumpi se aguanta el dolor. Dos lágrimas le asoman a los ojos, pero tampoco puede llorar tranquilo, porque a otra de las abejas se le ha ocurrido lanzarse como una piedra de honda hacia la nena. Apenas tiene tiempo para girar sobre sí mismo y hacer que la abeja lo pique a él. Otra vez en la cola.

Lumpi suspira. Con tranquilidad, como un caballero, se aleja de la colmena, trotando, hasta que encuentra un lugar seguro. Apoya a Belén sobre el pasto.

Se mira la cola hinchada y ahora sí, aúlla con todas sus fuerzas y se revuelca en unos charcos de agua estancada que le calman el ardor de los pinchazos.

Reina aparece entre unos yuyos.

Tiene el hocico deformado, pero igual le da unos lengüetazos a su compañero para consolarlo. Se quedan allí los dos lamiéndose hasta que se olvidan de las abejas.

Pero Belén no está cansada y corre rebotando atrás de otra nube de pilpintos.

De pronto la nena se detiene.

Algo ha llamado su atención. Es un animal largo y flaco que se desliza en el pasto. Un animal brillante, de movimientos lentos y hermosos, que dan ganas de tocar.

Cuando ve que la nena se acerca, el animal levanta su cola y la hace cantar como un sonajero.

Lumpi y Reina escuchan el ruido, se miran y se lanzan hacia allá. Conocen al animal: es una víbora de cascabel.

Han visto morir a muchos perros por su veneno.

Lumpi empuja a Belén y la hace caer sentada. Reina enfrenta a la serpiente mostrándole los dientes. La cascabel se estira como un látigo hacia Reina. La perra logra escapar echándose para atrás y la víbora cierra su boca en el aire.

Lumpi engancha a Belén por los tiradores y la lleva colgando a otra parte.

Reina se reúne con su compañero. La víbora sigue viaje hacia los cerros. Belén cuelga de la boca de Lumpi.

Reina se aproxima para que la nena le agarre las orejas.

Parece difícil encontrar un lugar tranquilo.

Llegan a un arroyito fresco y limpio. Lumpi deja a Belén.

Todos tienen sed. Los tres beben en cuatro patas hundiendo la boca en el

arroyo. Tragan el agua haciendo ruido. De vez en cuando se detienen y observan

a sus costados. Después siguen bebiendo.

Pero Belén pierde el equilibrio y cae de cabeza al arroyo. En seguida se levanta y se pone a llorar. La luz se mete dentro de las gotas de agua que han quedado en sus pestañas y el reflejo no la deja ver bien.

Se sienta entre las piedras y estira los brazos para que la saquen de allí.

Lumpi se mete al agua. Espera a que la nena se trepe sobre su lomo y sale.

Empieza a soplar el viento. Las enredaderas y las hojas de los árboles se hamacan en el aire.

Belén cabalga sobre Lumpi, que lentamente camina hacia los corrales porque está anocheciendo.

Reina los sigue un poco más atrás.

Barranca abajo, se siente el olor de un chancho del monte. Un olor grasiento y riquísimo que hace fruncir los hocicos de Lumpi y de Reina. Los perros piensan que sería divertido ir a perseguir al chancho del monte. Pero hay que cuidar a la nena. Pronto llegarán el hombre y la mujer a recogerlos para volver a casa.

Ahora Belén está cansada y tiene hambre. Llama a su mamá, pero su mamá se halla monte adentro, buscando a las vacas.

Por suerte, Reina ha tenido cachorros hace poco y todavía le queda leche.

Belén se acomoda entre las patas de la perra y empieza a tomar. No es la primera vez que lo hace. Sin querer le muerde la teta a Reina. Reina aúlla, pero permanece echada hasta que la nena se duerme.

Entonces ella también se duerme.

Lumpi las mira. Por fin todo está tranquilo.

A un costado, entre los árboles, el perro escucha un rumor como el que hacen las llamas de una fogata. Son los aleteos de unas palomas acomodándose en las ramas para descansar.

Escucha algo más. Son ruidos grandes, de vacas que atropellan plantas. Atrás vienen dos ruidos más chicos; son los padres de la nena. Están muy lejos todavía.

Una persona no podría escucharlos,              pero él sí porque es un perro. Lumpi

está por pegar un ladrido de alegría, pero se aguanta porque podría despertar a Reina y a Belén. Se echa en el piso, con las orejas atentas, a esperar que sus dueños lleguen.

 

FIN